El Cliente Ante Todo Resumen Pdf 13 ((TOP))
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Los trabajadores sociales respetan y promueven el derecho de los clientes ala autodeterminación y en asistir a los clientes en sus esfuerzos paraidentificar y clarificar sus objetivos. Los trabajadores sociales pueden limitarel derecho a la autodeterminación de los clientes, si a juicio profesional deltrabajador social, el accionar de los clientes o su accionar potencial planteaun riesgo serio, previsible e inminente para sà mismos u otros.
(b) Los trabajadores sociales deberÃan tomar las medidas necesarias paraevitar abandonar a los clientes que todavÃa requieran de sus servicios. Lostrabajadores sociales deberÃan retirar precipitadamente sus servicios sóloante circunstancias inusuales, prestándole cuidadosa atención a todos losfactores de la situación y cuidando de minimizar los posibles efectosadversos. Los trabajadores sociales deberÃan contribuir a realizar los arreglosapropiados para la continuidad de los servicios cuando fuere necesario.
(b) Las acciones de los trabajadores sociales que se encuentran involucradosen conflictos laborales con la gerencia, acciones de trabajo, o huelgasdeberÃan estar guiados por los valores, principios éticos y normas éticas de laprofesión. Existen diferencias razonables de opinión entre los trabajadoressociales en relación con su obligación principal como profesionales duranteuna huelga que está ocurriendo o amenaza de paro o acción en el trabajo.Los trabajadores sociales deberÃan examinar detenidamente el posibleimpacto sobre los clientes antes de adoptar un curso de acción
(b) Los trabajadores sociales cuyos problemas personales, estrés psicológico,problemas legales, abuso de substancias, o dificultades de salud mentalinterfieran con su juicio profesional y desempeño deberÃan buscarinmediatamente consejo y tomar medidas correctivas apropiadas mediante labúsqueda de ayuda profesional, haciendo ajustes en su carga de trabajo,finalizando el ejercicio profesional, o tomando aquellas medidas necesariaspara proteger a sus clientes y a terceros.
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Al hacer yo otro tanto para su primer centenario, a petición de numerosos obispos, instituciones eclesiales, centros de estudios, empresarios y trabajadores, bien sea a tÃtulo personal, bien en cuanto miembros de asociaciones, deseo ante todo satisfacer la deuda de gratitud que la Iglesia entera ha contraÃdo con el gran Papa y con su «inmortal documento»3. Es también mi deseo mostrar cómo la rica savia, que sube desde aquella raÃz, no se ha agotado con el paso de los años, sino que, por el contrario, se ha hecho más fecunda. Dan testimonio de ello las iniciativas de diversa Ãndole que han precedido, las que acompañan y las que seguirán a esta celebración; iniciativas promovidas por las Conferencias episcopales, por organismos internacionales, universidades e institutos académicos, asociaciones profesionales, asà como por otras instituciones y personas en tantas partes del mundo.
2. La presente encÃclica se sitúa en el marco de estas celebraciones para dar gracias a Dios, del cual «desciende todo don excelente y toda donación perfecta» (St 1, 17), porque se ha valido de un documento, emanado hace ahora cien años por la Sede de Pedro, el cual habÃa de dar tantos beneficios a la Iglesia y al mundo y difundir tanta luz. La conmemoración que aquà se hace se refiere a la encÃclica leoniana y también a las encÃclicas y demás escritos de mis predecesores, que han contribuido a hacerla actual y operante en el tiempo, constituyendo asà la que iba a ser llamada «doctrina social», «enseñanza social» o también «magisterio social» de la Iglesia.
4. A finales del siglo pasado la Iglesia se encontró ante un proceso histórico, presente ya desde hacÃa tiempo, pero que alcanzaba entonces su punto álgido. Factor determinante de tal proceso lo constituyó un conjunto de cambios radicales ocurridos en el campo polÃtico, económico y social, e incluso en el ámbito cientÃfico y técnico, aparte el múltiple influjo de las ideologÃas dominantes. Resultado de todos estos cambios habÃa sido, en el campo polÃtico, una nueva concepción de la sociedad, del Estado y, como consecuencia, de la autoridad. Una sociedad tradicional se iba extinguiendo, mientras comenzaba a formarse otra cargada con la esperanza de nuevas libertades, pero al mismo tiempo con los peligros de nuevas formas de injusticia y de esclavitud.
En el momento culminante de esta contraposición, cuando ya se veÃa claramente la gravÃsima injusticia de la realidad social, que se daba en muchas partes, y el peligro de una revolución favorecida por las concepciones llamadas entonces «socialistas», León XIII intervino con un documento que afrontaba de manera orgánica la «cuestión obrera». A esta encÃclica habÃan precedido otras dedicadas preferentemente a enseñanzas de carácter polÃtico; más adelante irÃan apareciendo otras7. En este contexto hay que recordar en particular la encÃclica Libertas praestantissimum, en la que se ponÃa de relieve la relación intrÃnseca de la libertad humana con la verdad, de manera que una libertad que rechazara vincularse con la verdad caerÃa en el arbitrio y acabarÃa por someterse a las pasiones más viles y destruirse a sà misma. En efecto, ¿de dónde derivan todos los males frente a los cuales quiere reaccionar la Rerum novarum, sino de una libertad que, en la esfera de la actividad económica y social, se separa de la verdad del hombre?
5. Las «cosas nuevas», que el Papa tenÃa ante sÃ, no eran ni mucho menos positivas todas ellas. Al contrario, el primer párrafo de la encÃclica describe las «cosas nuevas», que le han dado el nombre, con duras palabras: «Despertada el ansia de novedades que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que las ganas de cambiarlo todo llegara un dÃa a pasarse del campo de la polÃtica al terreno, con él colindante, de la economÃa. En efecto, los adelantos de la industria y de las profesiones, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayorÃa; la mayor confianza de los obreros en sà mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento del conflicto» 8.
7. En estrecha relación con el derecho de propiedad, la encÃclica de León XIII afirma también otros derechos, como propios e inalienables de la persona humana. Entre éstos destaca, dado el espacio que el Papa le dedica y la importancia que le atribuye, el «derecho natural del hombre» a formar asociaciones privadas; lo cual significa ante todo el derecho a crear asociaciones profesionales de empresarios y obreros, o de obreros solamente 19. Ésta es la razón por la cual la Iglesia defiende y aprueba la creación de los llamados sindicatos, no ciertamente por prejuicios ideológicos, ni tampoco por ceder a una mentalidad de clase, sino porque se trata precisamente de un «derecho natural» del ser humano y, por consiguiente, anterior a su integración en la sociedad polÃtica. En efecto, «el Estado no puede prohibir su formación», porque «el Estado debe tutelar los derechos naturales, no destruirlos. Prohibiendo tales asociaciones, se contradirÃa a sà mismo»20.
Merecen ser leÃdas con atención sus palabras: «Para solucionar este mal (la injusta distribución de las riquezas junto con la miseria de los proletarios) los socialistas instigan a los pobres al odio contra los ricos y tratan de acabar con la propiedad privada estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes...; pero esta teorÃa es tan inadecuada para resolver la cuestión, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es además sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legÃtimos poseedores, altera la misión del Estado y perturba fundamentalmente todo el orden social»39. No se podÃan indicar mejor los males acarreados por la instauración de este tipo de socialismo como sistema de Estado, que serÃa llamado más adelante «socialismo real».
13. Ahondando ahora en esta reflexión y haciendo referencia a lo que ya se ha dicho en las encÃclicas Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis, hay que añadir aquà que el error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente, considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social. Por otra parte, considera que este mismo bien puede ser alcanzado al margen de su opción autónoma, de su responsabilidad asumida, única y exclusiva, ante el bien o el mal. El hombre queda reducido asà a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral, que es quien edifica el orden social, mediante tal decisión. De esta errónea concepción de la persona provienen la distorsión del derecho, que define el ámbito del ejercicio de la libertad, y la oposición a la propiedad privada. El hombre, en efecto, cuando carece de algo que pueda llamar «suyo» y no tiene posibilidad de ganar para vivir por su propia iniciativa, pasa a depender de la máquina social y de quienes la controlan, lo cual le crea dificultades mayores para reconocer su dignidad de persona y entorpece su camino para la constitución de una auténtica comunidad humana.
Por otra parte, la sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere esfuerzos para dar a los trabajadores conocimientos y aptitudes cada vez más amplios, capacitándolos asà para un trabajo más cualificado y productivo; pero requiere también una asidua vigilancia y las convenientes medidas legislativas para acabar con fenómenos vergonzosos de explotación, sobre todo en perjuicio de los trabajadores más débiles, inmigrados o marginales. En este sector es decisivo el papel de los sindicatos que contratan los mÃnimos salariales y las condiciones de trabajo. 2b1af7f3a8